A Ricardo Cantoral lo conocí por cerca de cuatro décadas. Aún recuerdo, con su tono de voz pausada y afable, con su cordialidad peculiar que lo caracterizaba -tenía un don que con facilidad le caía bien a la gente-, me hizo varias preguntas después de saludarnos y presentarnos, yo era la primera vez que visitaba la Sección de Matemática Educativa, en la calle de Dakota en la Colonia Nápoles, en la Ciudad de México
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